Su facilidad para desarrollar situaciones, para crear tramas poco ordinarias dentro de la historia principal ( que ya de por sí es poco corriente ) y, sobre todo para concebir personajes originales, con sus neuras y extravagancias, hace que leer cualquiera de sus publicaciones sea una auténtica experiencia.
En "Mi nombre era Eileen", Moshfegh encuentra un vehículo perfecto para mostrarnos su fuerza y habilidad a la hora de narrar. Por medio de una trama a priori rutinaria ( las vicisitudes en el día a día de una funcionaria del reformatorio de un pequeño pueblo en los años 50-60 que, además, tiene que cuidar de su padre alcohólico ) la autora da rienda suelta a su imaginación añadiendo brillantes matices a la deprimente vida de Eileen Dunlop, una joven poco agraciada ,pero con una imaginación desbordante, nuestra protagonista.
La narradora describe a la perfección la sensación del pueblo pequeño en el que no hay mucho que hacer, sus habitantes, las compañeras de trabajo de Eileen, el paisaje nevado y, especialmente, la soledad de su claustrofóbica casa en la que casi podemos sentir el malsano olor a cerrado y abandono.
En medio de la monotonía diaria del pueblo, la llegada de una nueva funcionaria abre una puerta a la fértil imaginación de Eileen, que no se caracteriza precisamente por una vida social intensa.
A partir de ahí la historia adquiere un tono mucho más de thriller, un tono en el que la escritora se mueve perfectamente, controlando los tiempos y añadiendo giros inesperados y suspense a la narración.
Sin querer contar mucho mas, "Mi nombre era Eileen" es una grandísima novela y altamente recomendable para cualquier tipo de lector.
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